Qué enseñar y qué aprender en la escuela del siglo XXI

martes, 5 de febrero de 2013
"En pocas palabras, prefiero la profundidad a la amplitud, la construcción a la acumulación, la búsqueda del conocimiento en sí al sometimiento a la utilidad, la enseñanza individualizada a la uniforme, y una educación de carácter público. Prefiero la educación centrada en el estudiante a la centrada en el enseñante y apoyo la que presta atención a las diferencias individuales y de desarrollo. (...) 
Sin embargo, también soy partidario de la educación firmemente enraizada en las disciplinas, de emplear la evaluación con regularidad y de establecer unos niveles de exigencia elevados." Howard Gardner: La educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas. Barcelona, Paidós, 2012.
He tenido la tentación de acabar aquí este post. Tan solo con la cita de Gardner, sin más comentarios. Creo que en estos dos párrafos se concentra una gran cantidad de sabiduría pedagógica.
 
Pero como sufro de “incontinencia literaria”, no me he podido resistir a continuar comentando algunos aspectos que creo relevantes.
Quiero empezar con una idea básica, si nuestros alumnos y alumnas llegaran a la educación infantil con las asignaturas de Sentido Común y de Tolerancia a la Frustración aprendidas de casa, los profesores podrían dedicar su preciado tiempo a enseñar otras cosas. De hecho, estas “otras cosas”, en realidad, son las inherentes a la escuela, su verdadero propósito. Si la familia como institución cumple con su función, el trabajo de la escuela se ve facilitado enormemente.
 
Pero, ¿qué son esas "otras cosas"? No me estoy refiriendo a la transmisión memorística de conocimiento, sino al tratamiento y asimilación de diferentes conceptos, habilidades y destrezas que puedan ser aplicados en situación reales para solucionar problemas y que sirvan como base para la formación y la adaptabilidad de la persona a lo largo de su vida.
Aunque suene absurdo (y que conste que lo digo a modo de provocación), qué bueno sería que al nacer nos implantaran un microchip (o alguna otra maravilla tecnológica) que nos permitiera acceder, de manera permanente y actualizable, a los datos y conocimientos casi infinitos que circulan por la red. Si no tuviéramos que preocuparnos por esto, ¡qué diferente sería la enseñanza! Podríamos dedicar todo el esfuerzo y el poder de nuestra mente para trabajar procesos y maneras de tratar la información, en buscar nuevas y creativas maneras de relacionar distintos temas aportando soluciones más eficaces e innovadoras.
Volviendo a la realidad y hablando en serio, lo que es evidente es que, en el mundo actual, la enseñanza tiene que ser competencial y no conceptual, debemos trabajar por retos y no mnemotécnicamente.
Además, nadie duda hoy en día de la necesidad de trabajar las emociones en el aula. Las emociones deben "entrenarse", se debe aprender a dominarlas, a controlarlas... pues esto tiene y tendrá una incidencia fundamental en el presente y el futuro de los alumnos. La educación emocional facilita el acceso al conocimiento y proporciona herramientas eficaces para desenvolverse en el mundo. Por eso deben enseñarse y aprenderse en nuestras escuelas.
Nuestras aulas son muy diversas y se necesitan recursos para atender esta diversidad. Pero, ¿acaso hay alguna otra forma de enseñar? Todos nuestros alumnos son diferentes entre sí, tienen diferentes talentos, distintas cualidades. No existe otra manera de enseñar que la de ser capaces de extraer el máximo de cada una de estas capacidades. Por tanto, en nuestras aulas debe enseñarse de manera personalizada todo aquello que necesitan nuestros alumnos para alcanzar su excelencia, sea esta la que sea.
Desgraciadamente, hoy en día debe tenerse en cuenta otra variable: Cuando la pobreza entra por la puerta, la educación salta por la ventana. La escuela, en muchos barrios de nuestras ciudades y en no pocos pueblos, se ve obligada a cubrir necesidades básicas de los alumnos: asegurarse de que puedan comer al menos una vez al día, de que reciben y adquieren los hábitos básicos de higiene y salud, de que tienen acceso a los materiales y recursos didácticos que facilitan el aprendizaje, de que reciben una atención emocional y una dosis de autoestima... Y eso, desgraciadamente, también forma parte de lo que se debe enseñar y aprender en la escuela del siglo XXI.

1 comentario:

  1. La frase "Cuando la pobreza entra por la puerta, la educación salta por la ventana" es muy lapidaria pero resume muy bién la situación de conflicto que se vive hoy. La pedagogia se enfrenta con un gran reto: luchar por una educación equitativa y de calidad, respetando la diversidad y abriendo possibilidades a nuestra infancia y juventud, en un entorno dónde la pobresa va en aumento y las prioridades son cubrir las necesidades básicas. Es en este marco que la Pedagogia Social cobra mas sentido que nunca.
    Rosa Rodríguez Gascons, pedagoga

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